
El talento.
En el verano de 2017 el Arsenal iba a fichar a Karim Benzema. Su autoestima nunca fue tan alta como su elegancia, y arreciaban los rumores sobre la contratación de un delantero para incentivar la competitividad en la línea de ataque. Benzema llevaba años conviviendo con esa clase de amenazas, diez años repletos de títulos y fama, pero pensó que se encontraba ante la última gran oportunidad de triunfar en otro equipo y se dejó mecer por el cariño fraternal de Wenger, tan prometedor en comparación con el esquizoide afecto de la grada del Bernabéu. Así que le dijo a su padre que se quería ir. El señor Hafid, indignado por la amnesia del hijo pobre al que se había afanado en guiar hasta el éxito, le brindó la última lección:
-¡Vete a firmar! ¿Qué es lo que estás haciendo? Eres quien eres por el Madrid. Ellos te hicieron grande.
Y Karim recuperó el buen sentido que derrocha al primer toque sobre un terreno de juego, tomó una pluma y se fue a las oficinas de Chamartín a firmar su renovación. Un año y otra Copa de Europa después, nombrado ya tercer capitán del Real Madrid, Benzema parece totalmente recuperado de sus accesos de melancolía. Seguramente se encuentra en su mejor momento de forma, lo que desmiente que solo lograra afinarse la figura bajo la tutela de Zidane, y despliega exactamente la clase de fútbol trigonométrico y fulminante que soñaba Lopetegui para un Madrid sin Cristiano. Incluso marca goles, ese vicio que siempre había resultado demasiado vulgar para monsieur, probablemente el único francés al que le asquea pronunciar la letra cruenta de la Marsellesa. Si se entristece cuando piensa que se ha perdido el Mundial que ganó su Francia, evoca al señor Hafid y recuerda que es quien es por jugar en el Madrid, no por nacer en Lyon.
Excelente vision de Karim, es una lástima que la exigencia del día a día nos haya robado ratos de disfrute. A los jugadores de clase deberíamos excluirlos de la estadística. Solo placer. Enhorabuena!!