
La cola de la capilla ardiente de Suárez, marzo de 2014.
Rara vez el primer borrador de la historia que es el periodismo ofrece dos imágenes tan sucesivas y tan opuestas para resumir un cambio de ciclo. El sábado 22 de marzo de 2014, ocho columnas de manifestantes salidas de los cuatro puntos cardinales del país confluyeron en Madrid para formar la llamada Marcha de la Dignidad, que condensó la indignación social por los parados, los desahucios y los recortes. La manifestación del 22-M discurrió con normalidad hasta que hacia el final de la jornada desembocó en disturbios entre radicales y agentes de policía, con un balance de 24 detenidos y un centenar de heridos. Pero sobre todo sirvió para aglutinar la base social del partido que por entonces se preparaba para dar la campanada en las elecciones europeas de mayo: Podemos. «Fue un día muy emocionante, ver a tanta gente en las calles queriendo cambiar las cosas», rememora Cruz Díez, de 35 años, educadora y activista señera de la marea verde que ha canalizado las protestas contra los recortes en la enseñanza pública. «Ahora quienes han cambiado son los de Podemos», apostilla.
Al día siguiente, con la Castellana todavía sin barrer, saltó la noticia de la muerte de Adolfo Suárez, el piloto de la Transición que ese nuevo partido tildaba de apaño y venía a impugnar. Cerca de 30.000 españoles devotos de su figura desfilaron por la larga cola que daba la vuelta al madrileño barrio de Cortes hasta adentrarse en el Congreso de los Diputados, donde se había ubicado la capilla ardiente del primer presidente de la democracia. «En la cola había personas de todas las edades, pero la mayoría superaba los 40. Parecían de la generación anterior a la del difunto: estarían en la adolescencia o la primera juventud cuando Suárez llegó al poder, y vivirían aquellos acontecimientos con la excitación de los grandes cambios políticos», explica Marta, que hizo tres horas de cola para despedirse del féretro del hombre que renombró Barajas. Ella no quería perderse lo que consideraba un momento histórico aunque reconoce que su edad -no ha cumplido los 30- era la menos representada en el cortejo fúnebre que rodeaba la Carrera de San Jerónimo.