En su crónica del Madrid-PSG se preguntaba Hughes si sufrió Manuela Carmena cuando Nacho marcó el gol. La pregunta es pertinente porque doña Manuela, que por algo se hizo jueza, nunca ha podido con la injusticia y se trataba de un gol injusto: no solo porque era un pase, sino porque instalaba en el marcador una ventaja no merecida a tenor del juego exhibido, por decirlo suavemente.
Ya es mala suerte que la primera vez que doña Manuela pisa el Bernabéu -su diabólico palco, en concreto- presencie un espectáculo tan poco equitativo como el que deparó la victoria del Real Madrid sobre el equipo de su homóloga Anne Hidalgo. Habría disfrutado más con el empate del derbi, pues un empate siempre transmitirá al alma de progreso cierta idea -así sea numérica- de igualdad, pero respecto de ese partido tan madrileño la alcaldesa declaró una perfecta indiferencia. Ahora que al fin condesciende con entretenimientos banales tiene que soportar una iniquidad notoria. Porque los de Benítez debieron irse apalizados del Bernabéu y resulta que han pasado a octavos de final encabezando el grupo. ¿Tomará medidas?, inquiría el cronista.