El fútbol se pone divertido cuando el crono apremia y el resultado no satisface a ningún equipo: es entonces cuando la emoción desordena la pizarra, los jugadores olvidan lo entrenado, el centro del campo degenera en correcalles y el entrenador crepita en la banda. La política se pone interesante cuando la fecha electoral se acerca y los sondeos no contentan a los partidos: entonces la pública discrepancia quiebra la disciplina de partido, los candidatos se desmarcan de su sigla, la polarización desmiente el centrismo y el aparato no da abasto para sofocar fuegos internos e impostar sonrisas externas.
Nuestra partitocracia es hoy un correcalles donde la traición y la rajada conviven con el brindis al sol y la trola de gabinete, y por eso está tan entretenida. Por una viñeta de Idígoras y Pachi reparo en tres emocionantes disidencias que están ofreciendo las cuadrigas de PP, PSOE y UPyD visto lo visto en Andalucía: más que con otras todas riñen entre sí, si bien cada una por un motivo diferente.