
Empezó como el año de los dos patitos y termina como el de los machos cabríos. Recordaremos 2022 como el periodo en el que se despenalizó todo género de fechorías -de la sedición a la malversación- menos la furtiva imposición de los santos tochos. ¿Trabajará ya el Ministerio de Igualdad en una enmienda al código penal para combatir la infidelidad? ¿Nos encontramos ante una lacra social, favorecida por los nuevos usos tecnológicos, que afecta por igual a hombres y mujeres o queda todavía mucho camino por recorrer? Y si no es así y la convergencia cornúpeta está lograda, ¿no deberíamos felicitarnos todos y todas de la crecida paridad entre cornudos y cornudas, entre cabrones y cabronas, que vendría a demostrar un grado de emancipación sexual con el que no pueden soñar las iraníes?