Dice Iván Redondo que Sánchez vuelve, pero no dice adónde. Y no lo dice porque no puede. Sánchez no tiene principio, precisamente porque no tiene principios, así que solo queda por escribir el último de sus finales. Ya escribimos uno cuando fue desalojado de Ferraz en aquella noche escarlata en que juró venganza. Logró añadir una segunda parte a su novela picaresca, pero el pícaro cuenta con un número limitado de recursos para sostener la atención del lector. Cuando empieza a repetirse, la historia pierde interés. Es un político amortizado para todos menos para Tezanos, cuyo amor es constante más allá de la muerte. Pedro es de Marte y José Félix de Venus.
¡A los molinos! 
¿Recuerda alguien a Gadaffi? ¿Cuando venía a Europa, con su túnica de seda salvaje color desierto (¿Y origen italiano?) a acordar cómo se quedaría con sus vecinos del sur? Parece que Aznar tuvo algo de paloma mensajera en su apaciguamiento, mientras él se quedaba cuidando a su pueblo con viviendas gratuitas a los recién casados y estudios superiores para quien los quisiera, y puestos de mercedario para los musculados del subsahara. La cosa cambió cuando Sarkozi decidió que Libia era una excolonia italiana que haría mejor en afrancesarse un poco y con la ayufa/el empuje de la secretaria de estado ms Clinton procedió a cambiar las tornas. No recordarán tampoco la fuga, el torrente de refugiados que siguió a la guerrita de gabinete que ésta pareja decidió desatar en la zona ¡El faro de occidente! Parece que Mohamad aprendió la lección y ahora nos la está repasando más al oeste. Para altos, agraciados y su inacabable jarca.