
Eso que Sánchez llama plan nacional es un grito de auxilio. Y no el que los españoles exprimidos por la inflación dirigen a su Gobierno, sino el que el presidente dirige a la oposición para que lo salve de sus propios socios. Que en Moncloa han vistoel tsunami económico que va a romperles encima lo demuestra la generosidad desesperada con que Sánchez se prodiga últimamente en los medios para colocar su mensaje tripartito: culpa de Putin, PP insolidario, yo os protejo. Lo demuestra también el titubeo incontrolable que afea sus intervenciones parlamentarias. Nunca acreditó talento para la oratoria, pero tampoco Ayuso, y hoy parece evidente quién se impondría en un cara a cara. Dicen que los líderes se forjan en la adversidad, y ahí está el ejemplo de Zelenski. Sánchez ha sido incapaz de ganar credibilidad ni en la pandemia ni en la guerra, y una serie de encargo solo servirá para blindar su pose de frívolo incorregible.