
Tenía 28 años y una covachuela alquilada a una manzana de Sol. Se supone que aquella movida debía interesarme. Por entonces escribía un diario de campaña en La Gaceta. Juzguen ustedes si acerté.
Miércoles, 18 de mayo. «Una floración sesentayochista se ha apoderado de ciertas plazas de España en demanda de «democracia real» y la cosa ha adquirido rango de «movimiento ciudadano», sea eso lo que sea. […] Pero queridos compañeros de indignada generación, quizá estáis en paro por la incompetencia de alguien a quien votasteis, y desde luego coreando cursiladas antisistema no vais a encontrar trabajo. […] Estos happenings utopistas -la utopía es la partera del totalitarismo- no han tardado en ser parasitados por nostálgicos de la tricolor, oportunistas de la litrona, inhaladores de pacifismo de liar, abogados verdes de la foca monje o publicistas de sí mismos como Willy Toledo».