
Fue decepcionante no ver salir a Pedro Pfizer de una nube de megatrón como al Bertín Osborne de Lluvia de estrellas. Por un momento llegamos a pensar que se proponía verdaderamente hacer un balance, asumir cierta autocrítica, colar una verdad solitaria que habría destacado sobre su habitual surtido de trolas en almíbar como una tarántula en un trozo de bizcocho. Pero entonces empezó a hablar con ese tono aflautado que adopta cuando se dispone a mentir a lo grande, y en ese instante todos nos relajamos, pusimos las piernas encima de la mesa y nos preparamos para disfrutar. El bardo de sí mismo iba a regalarnos la increíble y asombrosa historia del hombre que derrotó a la pandemia varias veces porque haberlo hecho a la primera no habría dado espectáculo. De la tercera ola saldremos más fuertes para vencer a la cuarta.