
Él o él.
¿Lo oyes? Es el péndulo que tienes por cabeza. Viaja de una posición a su contraria impulsado por la propaganda, que solo se transmite en el vacío del juicio propio. Pararse a pensar, decimos, porque es difícil pensar en movimiento, pero tu cabeza no para de dar bandazos para acallar esos acúfenos que Aristóteles llamó término medio.
Te pongo ejemplos. Cuestionar el estado de alarma no es fomentar la propagación del virus: hay leyes que permiten gobernar la desescalada sin laminar derechos fundamentales ni deprimir la economía. Llamar asesino al PP por resistirse al chantaje perpetuo no es hacer periodismo: es dártelas de ilustrado cuando estás quemando brujas. Defender que las autonomías recuperen todas sus competencias no significa debilitar la unidad de España: tan solo reconocer que el mando único de Sánchez ha fracasado y que España es la nación que su Constitución dice que es: descentralización administrativa, soberanía indivisible. Desear moderación fiscal no significa subastar el Estado de bienestar: tan solo acotar la tendencia parasitaria de esas clases no productivas llamadas partidos políticos. Creer en el mercado no significa que el Estado no deba comparecer en situaciones excepcionales, siempre y cuando intervenga con eficacia y retroceda con prontitud a sus tasados cuarteles para que renazca la libertad, y con ella la única prosperidad posible.