
Narcisismo.
No hay coquetería como la del huérfano político. Ese articulista de fondo, ese tuitero de superficie que llora a toda hora su no me representan o su dejaron de representarme, se alejaron de mi ojo de diamante y de mi culo de marfil y así les va. Hablamos de los exquisitos, españoles ideales a los que la pobre medida de la España real nunca acaba de complacer. A menudo son tipos valiosos, aunque demasiado conscientes de su valía. Y después de toser su desaliento se complacen en su pecho colorado, según escribió César Vallejo en el poema que da nombre a esta columna.