
Indígenas, según la iglesias progresista.
Me ha divertido mucho la polémica suscitada por el reportaje sobre los votantes de Vox en El País. Por un fin de semana hemos vuelto a la Valladolid del siglo XVI durante la controversia que enfrentó a Bartolomé de Las Casas con Ginés de Sepúlveda a propósito de una cuestión delicada: ¿Tienen alma los indios? ¿Son entrevistables los voxeros? ¿Les asiste el derecho de ver sus razones representadas en el órgano del Progreso sin haber renunciado a la ingesta de vacuno y al sexo heternormativo?
Puesto que los que cambian la portería cada vez son más, y más ruidosos (no sirven para otra cosa) cabía esperar que alguien se hartara de hacer de sparring y plantease o cambiar las reglas del juego o recogerlas como habían de ser. Bastante han tardado.