
Enemigos íntimos.
Está usted ganándose mi respeto, se lo confieso. Toda persona que ofrece resistencia al sanchismo se lo gana, igual que todo lacayo de su inescrupuloso poder, sea político o periodista, lo pierde completamente. Usted sabía que pronto iba a ocupar el lugar de Rivera en la máquina de picar carne del Estado que Sánchez ha poblado de sicofantes a sueldo, pues Sánchez sabe, como lo sabía Michael Corleone, que la lealtad de sus hombres -y mujeres- depende exclusivamente de que estén bien pagados. De su carisma humano o su magnetismo intelectual no se fía, y hace bien. Nadie sigue a un maniquí, a menos que el maniquí reparta nóminas.
Le están cocinando a fuego lento, señor Iglesias. No es que Podemos no intente también utilizar en su favor a los medios, pero usted no puede competir con la maquinaria de Moncloa. No descarte tampoco un trabajito de las cloacas, vista la catadura del tal Marlaska. Y sin embargo la estoica contención que está usted demostrando -y que para mí quisiera cuando contemplo el aceitoso cierre de filas de la sauna sanchista- le está permitiendo ganar la batalla de la imagen. Su posición es particularmente interesante porque usted, a diferencia de Sánchez, sí es de izquierdas, y sabe que en España la izquierda decide el relato desde la muerte de Franco. Ahora bien, el monopolio del guion lo ha ostentado siempre el PSOE. Y como buen partido sistémico, el PSOE no admite competencia en el negocio. Así que ahora la opinión pública zurda tiene que elegir entre la coherencia o el poder. Entre Podemos o PSOE.