
Escollos maxilares.
El problema es usted, señor Sánchez. Su Persona. Federico siempre me dice que no, que el problema es el PSOE mismo, pero yo creo que Page no hubiera hecho esa moción de censura. Ni la cumbre de Pedralbes. Ni habría legitimado a Bildu. Ni demonizado a Cs. El PSOE padeció a Zapatero, pero aún dio a Javier Fernández. Hoy el escollo de España, la piedra en la que España tropieza una y otra vez desde 2016, se llama Pedro. Y sobre su jeta de feldespato, donde la crispación mandibular esculpe abdominales fuera de sitio en las fotos de perfil, se levanta la iglesia sanchista, secta de Estado entregada al apostolado de la discordia. O usted o el caos.
Qué envejecido se le vio en la investidura, señor Sánchez. Qué meteórico deterioro. Una cana por cada no, una arruga por cada alarde de resistencia. Y de fondo el murmullo secreto del motor que le mueve: la revancha. Tachar cada noche otro palito en la pared de Moncloa y clavar otro alfiler en el muñeco vudú de los que decían que no valía. Cómo se parecían el jueves sus ojos vidriosos a los de aquel octubre en Ferraz.