Archivo diario: 22 julio, 2019

Pedro Frankenstein de Beukelaer

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El Pensador.

Había una vez un apuesto candidato que quería ser príncipe, pero solo podía serlo besando unos sapos muy feos de color amarillo y morado. Así que los besó, y todos en el reino le vieron besarlos, y él sentía vergüenza de haberlos besado. Pero como ya era el príncipe, lanzó desde palacio una campaña contra una plaga de sapos más feos que los suyos, de un verde intenso, y el pueblo tuvo miedo y creyó la versión de palacio, aunque su inquilino seguía necesitando a sus sapos para reinar. El príncipe viajó por Europa, donde odian a los batracios, y decidió que él era un europeo demasiado guapo para depender de ningún sapo, así que hizo un discurso de investidura destinado a «hombres y mujeres libres e iguales en armonía con la naturaleza». Pero entonces los sapos amarillos y morados que le habían llevado a palacio se sintieron repudiados y dolidos. Y ahora todo el reino aguarda el final del cuento: no se sabe si el príncipe tendrá que volver a comerse sus sapos o provocará elecciones para que el pueblo le reconozca como príncipe absoluto, cosa que es muy difícil porque el sapo verde ya no da tanto miedo como antes.

Pedro Sánchez nos ha contado un cuento de investidura tan fantasioso que las taquígrafas de las Cortes iban ruborizándose al transcribirlo. Rubalcaba, que era científico, aportó la taxonomía precisa del engendro –Frankenstein-, pero Iván Redondo, que es guionista de ficción, se empeña en vendernos al Príncipe de Beukalaer. ¿Cómo se pasa del verde monstruoso al rubio angelical? Pues negando la realidad como los niños: tapándose la cabeza con la manta para no ver al elefante morado en la habitación. Eso ha sido el discurso de Sánchez. Un acarreo de solemnidad plúmbea, clamorosas omisiones -¿Cataluña? ¿No está eso debajo del país de Emmanuel?-, estomagante cursilería y propuestas legislativas muy por encima de sus posibilidades parlamentarias. Tengo anotadas una Ley de Startups, un Estatuto del Trabajador y la Trabajadora, un Estatuto del Artista (y la Artista), una Ley de Igualdad de Trato (esta vez no de Trata), un reconocimiento del Derecho a Jugar de los Niños, otro del Derecho a Respirar Aire Limpio, una ¡Ley de Plásticos de Un Solo Uso! y hasta una Ley de Libertad de Conciencia. Que jurídicamente es algo así como una normativa de Respiración Espontánea. Todo ello en medio de amargos lamentos por «tres años de bloqueo político», expresión que en boca del padre de todos los noes motivó el respingo de Pablo Casado, que se giró asombrado hacia Teodoro García Egea para luego abstenerse de verbalizar la fascinante desvergüenza del hombre que va a gobernarnos.

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22 julio, 2019 · 17:13

El mundo de Javi Poves

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Medievo.

Cada día más gente piensa que el hombre no ha llegado a la Luna, que el feminismo es suyo o que Pedro Sánchez es de izquierdas. La fe renace, y los cartesianos yacen sin crédito bajo libros de papel. Las redes sociales son púlpitos calvinistas donde entablan sus guerras de religión predicadores con grado en negacionismo y máster en hoguera. El más conmovedor de todos es el exfutbolista Javi Poves. Con 25 años expuso sus razones para dejar el fútbol en La Nueva España: «En vez de tanto 15-M y tanta hostia, hay que ir a los bancos y quemarlos, cortar cabezas. Así de claro». Su alma adánica salida de una novela de Dostoievski no soportó el descubrimiento de que el fútbol es un negocio, así que pidió que no le pagaran por transferencia, después devolvió el coche que le puso el Sporting y al fin abandonó su carrera. Manolo Preciado le dijo que tenía una pedrada en la cabeza. Pero él estaba convencido de que la pedrada la tenían todos los demás, que es lo que piensan los santos, los locos y los comunistas.

Han pasado los años y hoy Javi Poves preside el Flat Earth FC, antiguo Móstoles, que ya nos dio al alcalde que se levantó contra Napoleón y ahora nos regala al visionario que desmiente a Galileo. Poves proclama que la tierra es plana, que Pedro Duque es un impostor -como astronauta, no como ministro, que en esto quizá habría consenso- y que su club es el único que no está geolocalizado, porque una cosa es que la tierra sea plana y otra que no podamos encontrar en ella algún lugar donde escondernos. Móstoles, sin ir más lejos. Los medios llevan semanas riéndose de las geniales teorías de Poves, que se ha prestado a las entrevistas con la contumacia del buen hereje. Confieso que las he oído y leído todas. Confieso que el caso Poves me fascina. Y finalmente está ocurriendo lo que me temía: el escepticismo povesiano se extiende. Nadie cree ya que Poves defienda lo que defiende por convicción, sino por una calculada estrategia de publicidad para su equipo. Su mentalidad de resistencia a lo evidente ha vencido.

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22 julio, 2019 · 10:01