
Mesié.
Sé de madridistas que, al término del lujoso recital de Benzema contra el Español, apagaron apesadumbrados la tele y se pusieron a contar los días que faltan para que el mismo tío sin sangre por cuya cesión al Huesca clamaban en verano vuelva a darles la razón con un par de fallos a puerta vacía y una patente ausencia de esas carreritas tribuneras con las que se adula el gusto pervertido de la plebe por ver sudar a millonarios en gayumbos. En esto consiste el idealismo invertido del pipero: en preferir que el Ajax gane al Madrid antes de reconocer que el fútbol de Benzema es infinitamente más valioso que sus opiniones.
Benzema es un futbolista de estrella Michelin, y por tanto nunca gozará de la universalidad que Camba otorgaba a los escritores estúpidos: «El escritor que se dirige a la inteligencia de los lectores reduce su público ipso facto, porque la inteligencia tiene formas muy diversas, y porque solo la estupidez posee siempre un carácter uniforme. Hay muchas maneras de entender las cosas, y solo una de no entenderlas. Hay muchos modos de tocar el piano, pero no hay más que un modo de no saberlo tocar».