El caballero oscuro

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Don Pelayo comprado en los chinos.

Siento por el votante potencial de Vox el respeto que me inspira mi padre, a quien todo debo. Pero mi oficio me ha llevado a lugares a los que el votante medio no puede llegar, tampoco mi padre. Allí no he descubierto grandes escándalos: solo la certeza anticipada de la melancolía. La inexorable decepción donde desembocará cada marca extrema que el mercado político oferta a los incautos de este tiempo airado que llega a confundir el evangelio con la xenofobia, y que exige de la política los héroes que solo concede la literatura y la clase de soluciones que solo promete la religión.

Santiago Abascal es un político profesional del PP damnificado por el marianismo que sobrevivió al remunerado calor del regazo de Esperanza Aguirre. La eclosión de la derecha populista mundial le brindó la ocasión de reinventarse como novísimo campeador, por más que las huellas de su galope delatan la pertenencia a la casta contra la que ahora dice levantarse y en la que pronto se arrellanará de nuevo. La estrategia para romper el mercado la facilitó Pablo Iglesias: lenguaje no convencional, culto al líder, pueblo acorralado frente a oligarquía globalista, enemigo exterior (los mercados, los inmigrantes), guerrilla digital, victimismo mediático combinado con señalamientos sicilianos y total desprecio a la ética de la responsabilidad del reformador en favor de la ética de la convicción del timonel. Pero lo que mejor identifica a Podemox, o a Voxemos, es su trol, que llama puta al periodista sin reparar en que tal atribución la hace un putero: alguien que te usa cuando le apetece y que te pega cuando dejas de complacerle.

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1 comentario

1 diciembre, 2018 · 20:46

Una respuesta a “El caballero oscuro

  1. Oriana la desconocida >< Orlando furioso

    Toma ya, qué curioso. Anda jaleo jaleo. Hay dos versiones, una malévola: «Las personas que, sin que nadie se lo pida, se atribuyen el papel de redentor para hacer ostentación de su espíritu de sacrificio y consumen su vida tratando de llevar al pecador (al que todo perdonan y, convencidos hasta la médula de que comprender es perdonar, como nada comprenden tienen que cumplir su misión con la concesión universal de su perdón) al camino del bien, sólo pueden vivir a gusto cerca del delito y en su fuero interno nada execran tanto para sus semejantes como una existencia honrada, tranquila, monótona y exenta de tentaciones» y otra benévola: el liberalismo data de principios del siglo XIX y sus practicantes han tenido tiempo de sobra de acomodarse a sus vericuetos y acomodarse de paso a sus presuntos adversarios, lo que deja fuera de juego a gentes como Abascal que, brusca o pausadamente, buscan lo de «a barajar».
    No se burle de Rosa Díaz que, aún siendo en exceso personalista, parece de mejor ley que el común de los diputados

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