Bajo el peso de la gran boina

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Baldoví, un valenciano desesperado por Montoro.

Amaneció el Congreso de los Diputados bajo una boina gigantesca, pero no era atmosférica sino foral. Era la gran txapela del Cupo vasco, que sigue cubriendo los cráneos privilegiados del septentrión peninsular exactamente como en tiempos de Cánovas. La boina de polución que tizna el cielo de Madrid es más reciente, pero me temo que los madrileños respiraremos oxígeno hiperbárico, como Raúl en aquella cabina donde dormía para estirar su carrera, antes de que los vascos o los navarros renuncien a su derecho a ser superiores. Porque, efectivamente, el privilegio vasco-navarro es el único supremacismo consagrado expresamente por la Constitución. Qué le vamos a hacer, dirán los padres patrios, si en aquellos años ETA ponía cien muertos al año encima de la mesa de negociación.

Amenábar estará lamentando que Aitor Esteban haya destripado el suspense de la lotería de este año: ya sabemos todos que el gordo -1.400 millones de euros- ha caído íntegro en Euskadi. Las cámaras habrá que mandarlas a los batzokis, donde ya están festejando que podrán tapar agujeros del tamaño de una galaxia, que por otra parte es la medida común en el mismo Bilbao. Sin embargo, Esteban se cuidó de mentar el asunto y preguntó por la ley de secretos oficiales a cuenta del Piolín. A Rajoy le faltaron reflejos para contestar: «Pero Aitor, qué secretos vamos a tener entre nosotros, ladrón».

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22 noviembre, 2017 · 20:19

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