
Vista de la calle Estafeta, Pamplona.
No hay región más extremada que Navarra. Es cuna del euskera y también de conquistadores que extendieron el castellano por América. Es tierra de carlistas y de etarras. En sus valles y montañas han arraigado las ideologías más opuestas: el vasquismo anexionista y el nacionalcatolicismo español, el maquis y el requeté. Su capital acoge las fiestas más castizas de España, que son también las más internacionales. En Navarra la derecha es especialmente conservadora -la única región de España que no permitía el aborto hasta la llegada al poder de Uxue Barkos– y la izquierda es muchas veces revolucionaria. Navarra es rica y avanzada, pero se complace en su imagen más tradicional y ruralista. En Navarra cundió siempre el orgullo católico y a la vez cobijó en Zugarramurdi el culto satánico más famoso de la Península. El paso de Roncesvalles abrió la España medieval a Europa a través del Camino de Santiago, pero su escarpada orografía también ha favorecido históricamente el contrabando. El carácter montaraz de los boronos del Baztán contrasta con la franqueza de los habitantes de la ribera del Ebro. Y así todo. ¿Alguien entiende el misterio de Navarra?
Alsasua, por ejemplo. La puso en el mapa el octubre pasado la agresión que dos guardias civiles y sus parejas sufrieron a manos de una cuadrilla de abertzales a la salida del bar Koxka. La Fiscalía, en aplicación de la ley antiterrorista y considerando un plan premeditado de expulsión del Instituto armado, pide 50 años para los agresores, tres de los cuales permanecen en prisión: Adur Ramírez, Jokin Unamuno y Oihan Arnanz. Condición, la de convictos, que basta para elevarlos a la de héroes en un municipio cuyas calles, sin dejar de ser navarras, en nada se diferencian de los barrios más claustrofóbicos de Euskadi. Las efigies de Adur, Jokin y Oihan presiden la plaza de los Fueros con el lema: «Utzi Altsasu bakean!! » («Dejad a Alsasua en paz»), que se repite en los balcones, impreso en pancartas, pasquines y banderas. El contenedor pintado de rojigualda y tachado es ya un icono del pueblo. La pegatina de «This is not Spain nor France» campea en las marquesinas.
Otrosí, la referencia de Baroja era al pensamiento navarro: una salida de pata de banco del señor de Bera que un navarro de la rivera como Gil Bera le ha hecho pagar caro en una biografía donde circulan sin descanso la ruindad y cobardia del ‘aventurero’. Creo que las generaciones que deben de haberse quedado de un aire tras probar las inanidades de Zalacaín podrían probar la biografía de Pedro Blanco, el último negrero de Lino Novas o, si quieren algo menos desquiciado, la de Torralba del mismo Gil Bera.