
Foto de familia en San Millán, donde WFF fue reivindicado.
Cuando a Wenceslao Fernández Flórez lo invitaron a firmar un manifiesto contra la práctica del duelo a pistola, se negó. Y añadió que igualmente se habría negado a alistarse para combatir a los escitas o a militar en un partido de oposición a la política de Trajano.
-El duelo pertenece a un pretérito que ya no puede volver. El ridículo lo ha acogido en su seno; no removamos la pesada losa. Ningún hombre serio saldría a cazar a un mamut. El duelo, como el mamut, no puede ya preocupar a nadie.
Y sin embargo el optimismo progresista que despreocupaba a WFF en 1921 pierde fundamento cuando se aproxima otra campaña electoral de la España de 2016, detenida en un bucle de tiempo por donde vuelven a desfilar viejos mamuts, duelistas románticos, pretéritos que regresan para inquietar a la gente seria y ridículos que amenazan con resurgir de pesadas tumbas. Zombis que, si no nos asustasen, nos arrancarían muchas más carcajadas.
En un país tan desmemoriado como España es lógico que la memoria histórica venda tanto como la última tendencia. Lo vetusto, lo superado, lo probadamente pernicioso siempre encuentran una segunda oportunidad sobre esta tierra porque parecemos una estirpe condenada no a cien años de soledad, sino de farsa. Todos los partidos comercian con el tiempo, pero mientras que lo habitual en retórica política es vender futuro, el tiempo más vendido en una precampaña hispánica es el pasado, se reconozca o no. Unidos Podemos vende esperanza pero sus ideas son de otro siglo, bestias congeladas en el hielo soviético de Siberia que echarán a andar, piensan, si las calientan lo suficiente. El PSOE de Sánchez apenas camufla el PSOE cosmético y nebuloso de Zapatero. Rivera se apunta ahora a la estrategia oblicua del casandrismo bolivariano, cuando tiene más cerca un ejemplo del todo veraz: antes de degenerar hasta inverosímiles grados venezolanos, los españoles gobernados por el populismo rojo haríamos una parada forzosa en la Grecia de Tsipras, aquel puto amo del cambio cuya esperanza quedó atrapada un verano en un cajero automático. En cuanto al PP, la oferta no puede antojarse menos estimulante: ofrece el pasado imperfecto de la corrupción, el presente pasado del marianismo crónico y el futuro distópico de toda alternativa. Su gran ventaja son sus votantes, que no necesitan acudir a la lonja para seleccionar propaganda fresca porque salen convencidos de casa. De cuna, casi.
La teoría del humor de Wenceslao Fernández Flórez, al Parnasillo de COPE