Archivo diario: 6 mayo, 2016

El quijotismo de Rivera

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¡A los molinos!

Ahora que Podemos lo ha apostado todo al rojo confluyendo con IU, las miradas todavía anhelantes de nueva política -una que sepa contar a partir de 1989, al menos- se vuelven hacia Ciudadanos, esperando que se sacudan de una vez su ambigüedad proverbial, tiren la calavera al suelo y decidan de una vez si son o no son. Y en el caso de que finalmente sean, qué es eso que son. Pero Ciudadanos no va a hacer nada parecido porque Ciudadanos es un partido de centro, artefacto muy poco español cuya principal ventaja y cuya principal condena consiste justamente en la indefinición ideológica a cambio de la inteligencia pragmática.

La formación naranja nació en Cataluña como partido netamente ideológico, pues vehiculaba la voz oprimida de los no nacionalistas en un entorno hostil. Pero al expandirse por toda España, a la defensa de la unidad ha ido incorporando otros ingredientes que, seleccionados unos del capazo zurdo y otros de la alforja derecha, componen un recetario efectivamente mixto, equilibrado. Defienden la laicidad pero también los símbolos nacionales, los vientres de alquiler y la supresión de las diputaciones, la rebaja fiscal y la renta de inserción, la voluntad de pacto y la firmeza contra populistas y separatistas. En un país cuya industria más próspera es la del etiquetado binario, donde troquelamos fachas y martilleamos rojos como si lo fueran a prohibir, el centro nunca lo tendrá fácil. Y en campaña lo tiene todavía peor, porque una campaña no es más que un ejercicio premeditado de polarización a través de las emociones del electorado, y en esa orgía la cordura se torna sospechosa y quien matiza penaliza.

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Esta semana el Parnasillo de Herrera en COPE lo ocupa el infinito Borges

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6 mayo, 2016 · 10:33

Talismán Arcadi

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Road to Milano.

A Borges no le gustaba demasiado el fútbol porque en toda emoción colectiva veía algo indigno. Así empezó el párrafo de una columna en Clarín a propósito de la fiebre del 78: «En un certamen de fútbol, apodado el Mundial, las autoridades repartieron ropa a la gente, para que los turistas no advirtieran que hay pobres en Buenos Aires». Pobres, ricos, fútbol, columnas y emociones colectivas: no se me ocurrió menú más adecuado que servir a Arcadi Espada, catalán, madridista y nostálgico oficial de Benzema que, sin embargo, jamás había pisado el Bernabéu.

-Eso podemos arreglarlo -prometí.

Pudimos de un modo algo aparatoso: nos sentaron en la fila de Rafa Nadal, cuya paciencia con los selfies merecería puntuar para la ATP. El palco del Bernabéu es un ámbito legendario poblado por criaturas mitológicas que resfrían el IBEX con un estornudo, prenden los puros con billetes prohibidos y componen con la imaginación editoriales sobre acontecimientos que todavía no han provocado. La sala tiene algo de onírica, pues en pocos metros coexisten con naturalidad embajadores y deportistas, jequesas y constructores, Margallo y Cebrián, José Mercé y Cristina Cifuentes, Méndez de Vigo -no confundir con Jorge Mendes, que también estaba- e Isabel Tocino, Djokovic e incluso Florentino Pérez, que nos confirmó que Murray no había podido venir (Murray es del Barça). La media de edad es alta y la media cromática de pelo es cana. El sector glorias nacionales parece testimoniar con su presencia el señorío del club: de Luis del Olmo a Luis María Anson -siempre en forma: un ojo en el canapé, otro en la azafata-, de Lorenzo Sanz a Ronaldo Nazario, que parecía el único interesado en el partido: alternó lo justo y se fue derecho a su localidad. En el Buddah lo hacía al revés.

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6 mayo, 2016 · 10:26