
Keep calm and Britannia rules.
La Unión Europea es la única utopía que nos gusta, precisamente porque sus cautelosos fundadores no partían del adanismo sino del escarmiento. De la guerra, que es otro de los nombres del nacionalismo. La construcción europea avanzó con lentitud, como la ciencia lo hizo en medio de la superstición, pero la historia no es lineal y sirve recaídas oscuras: Grexit, Brexit, radicalismos al norte, populismos al sur.
-La UE no funciona porque sus ciudadanos no nos sentimos europeos -se dice.
Y quizá el sentimiento nacional no sea tan elástico como para apiadarse del destino de un ucraniano o alegrarse por la pacificación balcánica. Kissinger advierte que el orden salido de Wetsfalia, que acuñó la medida natural del Estado-nación soberano, se resiste al universalismo democrático con que soñó Kant, siempre tan optimista. El europeo es primero francés, primero alemán, primerísimamente inglés. Y el español mira a Europa para pedir su subvención. Todo el capital unificador que acopiaron Schumann y Adenauer hoy lo distribuyen apenas la Champions y Eurovisión.