Archivo mensual: enero 2015

Los Pujol: una tara hereditaria

Padrino crepuscular.

Padrino crepuscular.

Hijo de un contrabandista de divisas, padre de seis hijos imputados, está bastante claro que el problema de Jordi Pujol i Soley es hereditario. Y eso confesó al juez: que recibió una herencia de 140 millones de pelas de su padre, el travieso Florenci, y no supo qué hacer con ella. Comprendemos su apuro. En España solemos usar estas adversidades inopinadas para tapar agujeros una vez aligerado de ellas el diezmo para Hacienda, pero vaya usted a saber qué comportamiento etnológico dicta para estos casos el hecho diferencial del noreste.

Total, que lo fue dejando, lo fue dejando y al final se encontró con que el desagradable problema sobrepasaba los 400 kilos; un tamaño bien hermoso para esta clase de quistes fiscales que se esconden a los cirujanos de la Agencia Tributaria. Hay quien insinúa que semejante tumor no se hereda así como así, sin una exposición continuada a las radiaciones B emanadas del Presupuesto. Pero si a San Isidro, patrón de Madrid, le araban el campo los ángeles, ¿por qué a don Jordi, padrino de Cataluña, no se le iban a multiplicar los ahorros sin necesidad de recurrir a la plebeya institución de la mordida?

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Moreno Bonilla tiene gripe

El padrino y el novio.

El padrino y el novio.

A la hora en que Telecinco prestaba foco a Susana Díaz, el hotel Ritz ponía de largo a Juan Manuel Moreno Bonilla ante 700 invitados, no necesariamente andaluces. En estos desayunos informativos siempre comparece un misterioso grupo de elegantes que solo se conocen entre ellos pero que toman asiento con el seguro ademán del patricio. Han recorrido la democracia saltando de desayuno en desayuno postinero sin perder su prestancia de ardilla engominada. No son banqueros, no son tertulianos, ni siquiera pobres diputados: son el mismísimo Poder descendido sobre cuerpos mortales. Y el resto son sus escoltas.

Moreno Bonilla no los saludó a todos por no pegarles la gripe -habría gripado el Sistema: ¡la fantasía podemista!-, pero compuso un sufrido papel de novio al pie de la escalera del hall para recibir el desfile de los notables orgánicos, estos ya bien conocidos: María Dolores de Cospedal, Alfonso Alonso, Fátima Báñez, Rafael Hernando, Don Cristóbal. Besamanos de partido: le iban abrazando, le palmeaban el hombro, le susurraban algo al oído que nos gusta imaginar en siciliano: «¡Porca Susana!». Rajoy, que debía presentar al candidato nacido del áureo dedo, tardaba en aparecer; se llegó a temer que se hubiera decidido al final por acudir a Telecinco. Qué quieren, son tiempos de lealtades raras. Y si no que se lo digan a Pedro Sánchez.

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29 enero, 2015 · 12:45

Las manos del PP fuera de MR

Rajoy opaco, Aznar luminoso.

Rajoy opaco, Aznar luminoso.

Que Alexis Tsipras, fecundo en ardides, elija a la derecha nacionalista como socio de gobierno no habrá sorprendido tanto como que Rajoy eligiera a Aznar telonero de su fiesta. Al fin y al cabo el nacionalismo es un populismo con lindes; pero, por decirlo al homérico modo, ¿qué tiene que ver don Mariano, conductor de pueblos, con el presidente de honor del PP, de tremolante penacho? Aún más: ¿qué tiene que ver Rajoy con el PP? Estas preguntas podrían parecer tan retóricas como las que el mismo Aznar formuló a cuenta del paradero y las aspiraciones de su partido, pero ni unas ni otras lo son en absoluto.

Al compás de su desvelo por el déficit, Rajoy ha vaciado de ideología el centro derecha español hasta reducirlo a raspa tecnocrática. Sólo los más románticos pueden llamar hoy facha o retrógrado a don Mariano, cuyo corpus teórico cabe en la vitola de un Cohiba sin necesidad de miniarlo. Frente a Zapatero, que aún despedía vapores machadianos, Rajoy ya es un posmoderno puro, de un minimalismo casi vanguardista, que diserta en vídeos electorales sobre «la fuerza que te da hacer aquello que crees que debes hacer» y que nos dejaría paralizados si llamara a nuestro timbre, incapaces de decidir si truco o trato.

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Un Cristiano, una Mezquita y un milagro

Cristiano equivocándose en tres tiempos.

Cristiano equivocándose en tres tiempos.

No perdonamos a Cristiano que nos estropeara el cincuentenario de la muerte de Churchill con ese bofetón de diva agraviada que causó su expulsión. Si han de expulsarte que sea por un cabezazo en una final mundialista y porque te hayan mentado a la madre; reacción que, por lo demás, goza ahora de coartada vaticana. Se marchó luego el astro abrillantándose ese ego dolorido que llevaba cosido al escudo, sin reparar en que le daba hecha la homilía de la santa humildad a Sor Lucía Caram. Se viene semana de turre tertuliano por el gestito, astutamente captado por el realizador (el realizador es el más sibilino y madrugador de los líderes de opinión).

A Cristiano y a Sergio Ramos les debe el madridismo los últimos títulos como a ningún otro, y sin embargo se empeñan en poner a prueba la adoración más cerrada como esos genios que deciden pasar del folk contestatario a la guitarra eléctrica quizá porque les empalaga tanto amor. La mano de Ramos palmeó el cuero como si fuera un cajón flamenco, aunque la bola parecía venir rebotada de la pierna en la enésima repetición. El partido se ponía feo y don Carlo, que no es sir Winston, escupió en un plano el chicle -¡el realizador!- con tanta determinación que temblaron los cimientos de la Mezquita.

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Entrevista

El entrevistado.

El entrevistado.

El compañero Álvaro Sánchez León decidió insensatamente que yo podía tener algo interesante que decir en una entrevista para el portal Conversaciones con…

Aquí está el resultado, en la balbuciente línea que me caracteriza en estos trances, tan alejados de la seguridad del folio en blanco.

Mi gratitud por sus, a todas luces, excesivas palabras.

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Capitalismo en la intimidad

El marxismo es encontrar petróleo.

El marxismo es encontrar petróleo.

Si el roscón de Juan Carlos Monedero en casa de Carmen Lomana podía considerarse una blasfemia contra la lucha de clases, y la consultoría monoplaza atenta contra el noble principio de redistribución de la riqueza, su caché de muñidor del euro bolivariano oscila entre la cuquería de Amy Martin y la rumbosidad de lobillo de Wall Street. El capitalismo, en Podemos, ha de sufrirse en silencio, pero a Monedero le persigue el apellido como una condena de heterodoxia, y en su loca escapada de la coherencia -la coherencia es la obsesión de las mentes inferiores, dijo Emerson– va regando el retrovisor de dogmas marxistas en estado cadáver.

Podemos no ha necesitado un Suresnes para oficializar su viaje al centro, pues le basta alzar un dedo chupado al vent y fijar el rumbo por donde más sople la indignación de la audiencia. El problema es que a este alegre paso el viaje puede terminar en la Escuela de Chicago, dejando a Montoro varado en la socialdemocracia más transilvana.

Sostres vislumbra en Monedero el reverso satánico de la ouija bufa de Roncero, pero uno solo ve al logrero español de recia estirpe, el pícaro que susurraba a Llamazares hasta que pudo asesorar a Chávez: pasar de la exhausta antracita asturiana al oceánico petróleo venezolano no está al alcance de ningún tonto. Lo único que le pediríamos al camarada Monedero en su resuelta carrera hacia el título de don Juan Carlos, consultor internacional, es cierta simetría, siquiera estética: ya que le gusta pensar como un cubano pero vivir como un americano, bien podría renunciar a la aplicación inversa del lema para todos los que caemos fuera de los ceñidos límites de su empresa. O sea, la sociedad entera.

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Debutando en EL MUNDO

Cuando la noticia es el periodista, pese al sonrojo.

Cuando la noticia es el periodista, pese al sonrojo.

Escribo este post desde la redacción del periódico El Mundo. Literalmente, un sueño cumplido. La redacción es silenciosa, pulcra, moderna, y está llena de personas acogedoras, divertidas, con un colmillo retorcido que echaba mucho de menos. En la hora de la felicidad completa, es de justicia recordar a las personas que me han ayudado a llegar hasta aquí. Mi primera gratitud es para Casimiro, a quien espero a convencer de la bondad de su decisión. Citaré después a algunos mayores míos en el noble estamento de la columna que han sido muy generosos conmigo: David Gistau, Rubén Amón, el propio Jabois en cuyo ordenador me siento, Salvador Sostres, Arcadi Espada; y a amigos de periódicos de la competencia como Ignacio Ruiz Quintano y Hughes. Y, por supuesto, a Maite Alfageme. A todos debo algo que no sé si podré pagar.

Como sea, ahora se trata de escribir. Es lo malo de los fichajes, que no se quedan en el glamuroso estadio del anuncio: resulta que luego hay que trabajar. Trataré de vaciarme en este periódico con el que fantaseé, y lo sabes. Columnas, crónicas, reportajes, fútbol, política, cultura. Quizá menos o quizá más. Mantendré las estrictas colaboraciones en radio y tele de mi etapa nómada que me han autorizado: Radio Nacional, Real Madrid TV, Al Rojo Vivo. Se irá viendo, que diría don Mariano. Gracias a mis seguidores por su insensata fidelidad.

Aquí, mi primera columna.

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Big Time. La gran vida de Perico Vidal

Vidal y Loren, en un receso.

Vidal y Loren, en un receso.

He aquí un libro letal, una mágica elegía, un viaje al corazón de la fábrica de los sueños (cuando lo era) narrado en semejante estado de gracia que uno no sale de su lectura indemne sino corroído por la nostalgia de lo que jamás vivirá. De un tiempo irrepetible. Y no hay tópico, porque Sinatra ya no regresará al hotel Felipe II de El Escorial a lanzar beodo sillas contra un cuadro de Franco; ni Ava Gardner volverá a subirse a una mesa en un tablao flamenco de madrugada, levantarse las faldas y aliviarse allí mismo ante el gitano respetable sin incurrir en grosería, porque “hasta meando sobre una mesa tenía clase”; ni Orson Welles se ausentará durante semanas del rodaje de una película para perderse bien acompañado en la larga noche madrileña; ni David Lean entrevistará a Julie Christie en toda su gloria -Dios mío, Julie Christie- para el papel de Lara en Doctor Zhivago en un restaurante cercano a la Castellana; ni habrá ya otro español que trate al star-system clásico de Hollywood con la naturalidad con que Perico Vidal, asistente de director, trató a Robert Mitchum, Marlon Brando, Peter O’Toole o Dean Martin.

La increíble leyenda de Perico Vidal se va construyendo ante nuestros ojos gracias a las sesiones de grabación que un comprensiblemente fascinado Marcos Ordóñez mantuvo con el protagonista en sus últimos años de vida (murió en 2010), tras preparar sabiamente al hablador para la fastuosa apertura de su memoria. Que Pedro Vidal -quizá junto a Gil Parrondo el español más hollywoodiense de siempre- resultase aproximadamente desconocido más allá de los márgenes de la industria puede explicarlo ese desdén por la autopromoción que suele apoderarse de quienes han tocado la verdadera gloria con las manos. Por el ático de Príncipe de Vergara, rebautizado como “Hostal Vidal”, pasó a pillar su curda diaria o a dormirla lo más granado del cine y del jazz internacional, configurando una España paralela a la grisura del franquismo cuyos gerifaltes, por lo demás, tampoco parecían demasiado interesados en reprimir aquellas juergas inacabables. Lo importante es que Ordóñez se dio cuenta a tiempo y recabó el testimonio más impagable sobre la etapa “española” del cine americano, aquellos sesenta en que las grandes superproducciones se rodaban en España por su paisaje, su mano de obra y el competitivo cambio dólar-peseta. Los años que hicieron exclamar a Ava, avecindada en La Moraleja: “In Madrid, if you know the city well, the night never ends”.

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21 enero, 2015 · 14:17