Que Alexis Tsipras, fecundo en ardides, elija a la derecha nacionalista como socio de gobierno no habrá sorprendido tanto como que Rajoy eligiera a Aznar telonero de su fiesta. Al fin y al cabo el nacionalismo es un populismo con lindes; pero, por decirlo al homérico modo, ¿qué tiene que ver don Mariano, conductor de pueblos, con el presidente de honor del PP, de tremolante penacho? Aún más: ¿qué tiene que ver Rajoy con el PP? Estas preguntas podrían parecer tan retóricas como las que el mismo Aznar formuló a cuenta del paradero y las aspiraciones de su partido, pero ni unas ni otras lo son en absoluto.
Al compás de su desvelo por el déficit, Rajoy ha vaciado de ideología el centro derecha español hasta reducirlo a raspa tecnocrática. Sólo los más románticos pueden llamar hoy facha o retrógrado a don Mariano, cuyo corpus teórico cabe en la vitola de un Cohiba sin necesidad de miniarlo. Frente a Zapatero, que aún despedía vapores machadianos, Rajoy ya es un posmoderno puro, de un minimalismo casi vanguardista, que diserta en vídeos electorales sobre «la fuerza que te da hacer aquello que crees que debes hacer» y que nos dejaría paralizados si llamara a nuestro timbre, incapaces de decidir si truco o trato.