
Se veía venir la guerra por pura coherencia narrativa: para completar la serie de catastróficas desdichas que van de la pandemia al volcán pasando por los temporales y la subida de las cotizaciones sociales. Pero sobre todo porque Putin lleva años poniendo un empeño verdaderamente imperial en que se le vean las intenciones. Como cualquier nacionalista, Putin cree ciegamente en la prerrogativa superior del origen: Rusia tiene derecho al territorio que Rusia sienta como propio. Y como cualquier comunista, piensa que cualquier medio es válido para cumplir el designio histórico del que se declara portador, empezando por el embuste, siguiendo por el crimen y terminando por la combinación de ambos: la guerra.