
No era una ladera de Cumbre Vieja sino la sede de la soberanía nacional, pero amanecía igualmente desierta de vida, con ocasionales rociadas de lava dialéctica. En ausencia de Sánchez, que ha salido un momento a hacerse una foto a la ONU, todos los ministros habían sido desalojados por su propia desidia de la bancada azul. ¿Para qué vamos a ir si el jefe no está mirando? ¿A quién le importa ya la cámara legislativa si nuestros decretos resultan inconstitucionales y no pasa nada? ¿Quién quiere oírnos si tenemos el tuit para expectorar la consigna y el dúplex para salir en la tele, y si en realidad cobramos por reducir la polifonía de la democracia a la voz de vicetiple concernido de un solo hombre? Sin Sánchez ni hay Ejecutivo ni hay Legislativo, y el Judicial aguanta porque Marchena es canario y está acostumbrado a los volcanes.