
Uno se hacía político por nobles ideales, por afán de dominar el mundo, para ponerse a cubierto de la intemperie contratante, buscando excusas para llegar tarde a casa o a fin de vengarse de compañeros de pupitre. Razones todas perfectamente humanas y comprensibles. Pero la política ya solo es chauchau, trampolín para colocarse en la tele o la radio, y esto se comprende menos.