
Iván Redondo se ha cansado rápido de la prospectiva y se ha pasado a la espeleología. Ahora se propone explorar el fondo de los barrancos detrás de su jefe, y en eso de caer muy bajo hay que reconocerles a ambos una cualificación indiscutible. Por más que achine los ojos en dirección a 2050, la especialidad de Sánchez nunca ha sido el control de los tiempos sino la ocupación del espacio. Ha ocupado el PSOE, La Moncloa, los medios, las instituciones, la Fiscalía, las vacunas y fondos de Europa y hasta la estafeta de Correos. Era previsible que aspirara a ocupar también la galaxia -esa NASA española que parece plagiar a Ibáñez– y el subsuelo acompañado de su lazarillo del Urumea, perito en intertextualidad televisiva y leal como solo puede serlo un mercenario bien retribuido.