
Todos menos nuestros cuñados sabían que Vinicius acabaría congelando las muecas de los burlones y poniendo solemne fecha de caducidad a sus propios memes. La única duda era cuándo. Eligió para hacerlo al mejor rival y la mejor competición. Dos clubes dinásticos, 19 Champions sobre el tapete y un calambre brasileño corriendo por la banda que electrocutó el partido y chamuscó su leyenda de delantero romo, ayuno de puntería. Hemos dicho alguna vez que nadie ha fallado tan bien como Vinicius, y a partir de este Madrid-Liverpool deberemos dejar de celebrar sus fallos para aplaudir sus goles.