
La ministra de Educación es un libro abierto sobre el ayer y el hoy del PSOE. Mientras trabajó para Fernando Buesa y Ramón Jáuregui, se reveló como una aguerrida defensora de la enseñanza trilingüe en el País Vasco. Y cuando llegó a consejera, introdujo los testimonios de las víctimas de ETA en las aulas. Era una Celaá tan constitucionalista que fue distinguida con ataques abertzales al grito de maketa. Lo tenía todo para pasar a los anales como una socialdemócrata decente. Pero entonces la llamó Sánchez.