
La vida.
El politólogo confinado es aún más peligroso que el politólogo en libertad, porque tiene más tiempo para hacer pronósticos. Ahora anda anunciando que al mundo posCovid no lo va a reconocer ni la madre que lo parió, que la economía oscilará entre la autarquía y el salvaje oeste y que a no mucho tardar devendremos colonia videovigilada de China, librándonos con suerte de sus menús de murciélago. Muere Atenas, vuelve Esparta y Zizek ya está vendiendo su sobado cachito de muro de Berlín a ver si alguien le ayuda a reconstruirlo, siempre que pague con guita de curso legal capitalista.