
«Sagrada familia», de Rembrandt.
La navidad es una tiranía binaria que cada año parte en dos el alma de la sociedad. La fecha está demasiado cargada de identidad colectiva y de memoria personal como para librar espacio al tercerismo de la indiferencia. La navidad gusta o se odia, enternece o irrita, nos devuelve a la soberanía de la ilusión que fue la infancia o pulsa en nuestro recuerdo la llaga de los que no están. El ternurismo ñoño de mal lector de Dickens, el porno emocional de la lotería y el tam-tam invasivo de las campañas de publicidad se alían para convencernos de que lo propio de esta época es la alegría, la piedad o el derroche. Pero el verdadero espíritu navideño parte siempre de la tristeza, el dolor y la privación. Tabúes del primer mundo.