Albert Rivera regresa a Ítaca

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Buscando al votante.

El votante de Cs es un animal exótico, infiel como un delfín y narciso como un pavo real, aunque su rasgo definitorio a juzgar por los sondeos lo comparte con el unicornio: en realidad no existe. En abril fueron avistados 4,2 millones de ejemplares, pero los pastores del bipartidismo aseguran que los que no campan por la intemperie de la abstención se han refugiado casi todos en su redil. A falta de voces alternativas en Animal farm, cunde la extinción de la especie naranja. ¿Es así?

Parece evidente que el votante de Cs no ha entendido los movimientos de su líder, si bien no se diferencian de los movimientos de otros líderes. Todos los políticos se mueven por el afán de alcanzar el poder y conservarlo, en los mejores casos para ejecutar después un programa de reformas. Pedir a un político que se disculpe por su ambición es como pedirle a un gallo que se quede calladito al amanecer. Por eso Rivera no pide perdón por haber pretendido el liderazgo de la derecha, operación a medio plazo que requería una agónica legislatura Frankenstein de Sánchez y un desgaste judicial del PP aún pendiente. Si Iglesias llega a aceptar la coalición quizá le habría salido bien, pues se quedó a nueve escaños del sorpasso. Pero Sánchez entendió que debía traicionar a sus socios de censura para durar en Moncloa. Y rompió con Iglesias como Casado está rompiendo con Aznar: ambos giran porque los votantes están hartos de bloques bloqueándose. Cuando cambian las circunstancias, los inteligentes cambian con ellas y los fanáticos se atrincheran.

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11 octubre, 2019 · 9:49

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