
Golpistas posmodernos.
Y el fallo confirmó las filtraciones, porque para eso son las filtraciones. Quien filtra persigue un efecto, generalmente político; en este caso, amortiguar la reacción del separatismo en víspera de unas elecciones inciertas. ¿Hasta dónde llegará la reacción? Serán jornadas de airadas protestas porque el Movimiento -la única mayúscula que se merece una ideología en España desde 1975- no puede reconocer que la sentencia es infinitamente menos dura de lo que podría haber sido. Y porque a ese tugurio aún no ha llegado el aguafiestas que encienda la luz y mande a los borrachos a casa antes de ponerse a barrer el suelo de la autonomía de serpentinas fascistoides. Aún puede estirarse la épica ebria de los irresponsables unos días más. Luego vendrá la resaca, pero que nadie se preocupe: será el mismo Estado que pretendieron quebrar el que garantice el ibuprofeno para todos.
Se llevarán los titulares los 13 años para Junqueras por un delito de sedición con malversación; los 12 de Romeva, Bassa y Turull; los 11 de Forcadell, los 10 de Forn y Rull o los nueve de los Jordis. Suenan contundentes y desde luego lo serían si los cumplieran. Pero -y aquí viene la clave de la sentencia- el Supremo ha desestimado la petición de la Fiscalía de que los condenados cumplieran al menos la mitad de su pena antes de poder beneficiarse del tercer grado.