Un colchón de lazos amarillos

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El pasado y el futuro de Sánchez.

Sabemos que hemos entrado en campaña porque el Gobierno redobla su oposición a la oposición. Si a Pedro Sánchez ya era difícil pillarle en una verdad en periodo ordinario, ahora todos sus guionistas en La Moncloa y en las redacciones amigas se van a poner a competir con Irene Lozano en el Gran Certamen de Autoficción del Sanchismo, concurso de cuentos que dirimirá quién viste mejor al maniquí de paradigma de la moderación y el constitucionalismo.

Volvía Sánchez al Congreso -lo pisa tan poco que imaginamos a un ujier susurrándole: «España, presidente, hoy está en España»- y Pablo Casado le recibió con obligada cita de Fray Luis antes de someterlo a su ya clásica fórmula de pregunta-racimo, del Aquarius a Cuba, de la desaceleración a la feria de vanidades del ya inmortal Manual de resistencia. Coronó su diatriba en alto: «Empaquete el colchón, señor Sánchez, porque lo sacará de La Moncloa en dos meses». Larga ovación de los suyos. Por la unanimidad militar de las palmas en los grupos parlamentarios también advertimos que estamos en campaña, pese a que muchos saben que son los últimos aplausos con que pelotean al líder: susanistas y marianistas -Celia Villalobos la primera- van a la purga de cabeza.

Sánchez replicó a Casado usando la técnica Carmen Calvo, un desafío al principio lógico de no contradicción que consiste en llamar retrógrado al adversario y a continuación reprocharle que crispe e insulte. El sanchismo ha hecho de la desfachatez un arte desahogado por el que puede separar a conveniencia a Pedro Sánchez del presidente Sánchez o al dialogante Torra del racista Torra, y así todo.

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1 comentario

20 febrero, 2019 · 13:27

Una respuesta a “Un colchón de lazos amarillos

  1. Isaías 20, 12

    La exquisitez de la señora Pastor quizá pudiera destilarla leyendo las memorias de su paisano y antecesor en el cargo de ministro de fomento señor Silva Muñoz: advierte como ante los consejos-avisos-diktats del World Bank hubo de ponerse manos a la obra y construir la autopista mediterránea. Eso a finales de los sesenta, una época en que las comunicaciones del resto de España parecían estar en liquidación: el ministro-eficiencia acabó con el tren vía de la plata que, más o menos, existía hasta él. Creo que en vez de distrarse con el vodevil de nuestro palanganero y demás eventos consetudinarios debería buscar qué, quién es lo que mueve a Tardá y el resto del reparto. Advertencia: no es una farsa italiana, por más que pueda parecer observándoles que otra cosa no puede ser. Yo le aseguro que sí- Ah por cierto, el oráculo sobre Edom cerraba llas memorias de Gil Robles, el mejor parlamentario español de su tiempo según alguien tan poco dispuesto a reconocerlo como J. Plá

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