Archivo diario: 10 octubre, 2016

En el café de los existencialistas

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Vino, rosas y existencialismo.

Tiene Sarah Bakewell el raro don de la oportunidad filosófica. Si su laureado Cómo vivir. Una vida con Montaigne respondía a una intuida nostalgia del yo íntimo en tiempos de ruido identitario, esta cálida reivindicación del existencialismo repone el anhelo de libertad radical en los asfixiantes escaparates del pensamiento único. Porque eso fue el existencialismo, un hondo grito libertario, si aceptamos el axioma de Sartre según el cual la existencia precede a la esencia. Nada nos determina. El hombre es arrojado al mundo y debe construirse decisión a decisión, lidiando con la ansiedad que provoca la conciencia implacable de la responsabilidad personal. Fue esa ansiedad, preconizada por Kierkegaard, la que propaló un aura fúnebre de jersey de cuello alto lucido por extranjeros espirituales. Nada más lejos, al menos en la escena francesa. Los existencialistas fueron trasnochadores libertinos y carismáticos que exprimían la vida de café y boîte sin entrar en contradicción con sus tesis sino por coherencia con ellas, y así los retrató el espumoso Boris Vian.

Demuestra Bakewell que el rigor no excluye la amenidad. Un grato instinto anglosajón para lo comercial -aunque la cubierta promete más sexo del que el libro da- sostiene el pulso ensayístico de la autora, alentado por un tono confesional en primera persona mediante el que la Bakewell madura se enfrenta a los ídolos intelectuales de su juventud inquieta. Se trata de hacer una relectura personal, alejada del academicismo de una monografía o una biografía, aunque cada afirmación está documentada en los apéndices. El jugoso anecdotario -del puñetazo de Koestler a Camus a la adicción al Corydrane de Sartre- contribuye a avivar el fresco.

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10 octubre, 2016 · 16:06

El PSOE restaurado

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Un socialista racional.

Javier Fernández es el primer político verdaderamente revolucionario que ha tenido la izquierda española desde 2010. Aquel mayo marcó la epifanía del segundo Zapatero (a ZP hay que estudiarlo como a Wittgenstein: dividiéndolo en dos periodos antagónicos), cuando se cayó del caballo de algodón y aterrizó en la aspereza de la prima de riesgo. Pero a diferencia de San Pablo, don José Luis no supo explicar lo que le había pasado, de modo que sus discípulos, ayunos de comprensión, optaron por indignarse y desertaron a Sol, donde levantaron tiendas para poner su dorada utopía a resguardo de la realidad. El PSOE terminó de joderse cuando su joven líder intentó meterse en la tienda con los desertores.

Cuando en tus filas danza la utopía, lo revolucionario es invocar los hechos. Retomando la inteligibilidad del PSOE donde la dejó interrumpida Zapatero, Fernández reivindica el principio de realidad y la prosa de la democracia representativa, censura la equiparación entre abstención y apoyo como resorte primario de mentes maniqueas, traza la separación entre identidad y ciudadanía. Un espectáculo conmovedor que mis cansados ojos ya no esperaban ver de nuevo: el de un político de izquierdas que no huye de la realidad, sino que la coge por los cuernos, la enfrenta, asume sus heridas y firma con ella la paz.

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10 octubre, 2016 · 11:18