
Trotsky descansando tras debatir con un comunista español.
Eficaz antídoto para el virus colectivista que aqueja a cada nueva generación de indocumentados con tendencia a la utopía es este trepidante ensayo biográfico sobre Caridad Mercader, la madre del asesino de Trotsky, que ha armado con criterio mixto de reportero, pensador y memorialista el filósofo Gregorio Luri (Azagra, Navarra, 1955).
Su trabajo se inscribe en el género de la quest de no ficción: narración lineal con intercalaciones en primera persona que dan cuenta de los obstáculos que presenta la búsqueda o de sus avances -muchas veces por medio de fuentes de primera mano, algunas vivas-, lo que confiere veracidad y amenidad al relato. Pero Luri no se limita a reconstruir la peripecia del linaje Mercader, sino que juzga sus consecuencias morales con honestidad. Intenta comprender la íntima motivación ética y psicológica de sus biografiados, al tiempo que ejerce la crítica de una militancia que ampara el crimen como necesario instrumento de la historia.
Ante según qué hechos no cabe el decoro deontológico de la distancia. La obra de Luri combina el rigor documental más exigente (nos sumerge en las mil sectas de la escolástica roja) con la reflexión moral para derribar mitos funestos que hoy rebrillan y alumbrar verdades incómodas, como que la burguesía fue la vanguardia ilustrada de la revolución comunista, y no solo su víctima. Caridad del Río, como Fidel Castro, como tantos, fue una burguesita nacida en la Cuba española que se casó con un próspero industrial catalán llamado Pablo Mercader, al que dio cinco hijos y después se los arrebató, embarcándolos en una militancia fanática que redistribuyó el dolor por el mundo a la vez que se cebaba con sus propias biografías. Fue una Medea moderna en quien arde la ideología en vez del amor. Pero el precio de la felicidad personal (o ajena) ha de ser irrelevante para un agente de la Historia.
Quizá pudiesen -no digo ud tanto como los `filósofos’ que ud comenta- dejar en paz al amortajado (the king’s head – busque el significado y origen de esta expresión que me parece viene bien a cuento) y personajes circundantes, de los que se sabe todo hace décadas, y averiguar y analizar (adelante, periodista campeón) sus desagües y metamorfosis. Hace algún tiempo leí que Gay Mercader hablaba de su amigo del alma el conde Jean de Breteuil ¿Que quién es ese? Si se aburren de aruspiciar el aura de Benjamin y sus epígonos infinitos pueden probar con las Memorias del camello de Keith Richards, de Tony Sánchez y, no diré ser más felices (…), pero sí más enterados ¿Sabrán leer entre líneas, no?