
El abuelo, los hijos, los nietos.
Si las elecciones de diciembre se plantearon en buena medida como la lucha generacional entre el viejo bipartidismo y los dos partidos emergentes, la presente campaña discurre por los cauces clásicos de la ideología machadiana, según la cual una de las dos españas ha de helarnos el corazón, aunque sea junio. De ello tiene mucha culpa el vertiginoso envejecimiento de Podemos y Ciudadanos, cuya frescura se escurre por el sumidero de la sobreexposición mediática y acusa la frustración por el bloqueo institucional en que consistió la XI legislatura.
El desprestigio de la nueva política parece relajar aquellas exigencias de renovación en el PP que hasta hace no mucho copaban la opinión pública. Lógico: si el discurso de los demás envejece, la imagen de Mariano Rajoy no es que rejuvenezca (por mucho merengue que se aplique al himno) pero ya no canta tanto como antes. Sin embargo, el comprensible cierre de filas hasta el 26-J no significa que la necesidad de una renovación haya quedado definitivamente sofocada.
«Mi experiencia es que el trabajo conjunto entre generaciones distintas ha ayudado a cambiar puntos de vista de unos y otros», explica Andrea Levy, que junto con sus tres compañeros cumple un año en la directiva nacional. «Nosotros quisimos hacer ver al presidente la necesidad de introducir un discurso más social y de multiplicar la presencia en los medios, y creo que en buena medida el presidente nos ha hecho caso. Se hace más calle y menos mitin, y el partido exhibe mayor desenfado mediático». A cambio, se benefician de la experiencia. Levy reconoce cierto desconcierto en la noche electoral de diciembre: no sabía qué iba a pasar. «Rajoy nos reunió y nos explicó su escenario, razonándolo con datos. Y se ha cumplido punto por punto. Eso tranquiliza».
¿Suponen Levy, Casado, Maillo y Maroto una renovación real del partido o aportan, como afirman numerosos analistas, un mero barniz de juventud sobre una maquinaria anquilosada? «El presidente sí confía en nosotros. Tampoco hemos cometido ningún error garrafal en este año como para que deje de hacerlo. Él no quiere que nos mimeticemos con lo que había, sino que espera que propongamos formas distintas de hacer», comenta Levy. Darle una vuelta a las formas sin cambiar el fondo: esto es lo que les pidió Jorge Moragas, quien a menudo ejerce de correa de transmisión entre los vicesecretarios y Moncloa, y es considerado casi un vicesecretario más, sobre todo en la gestión de temas sectoriales. ¿Envidias? «Toda novedad crea una cierta alteración, pero más que enfrentamientos yo hablaría de fricciones. Nosotros no estamos en la lucha por la sucesión», zanja la vicesecretaria de Estudios.