Pólvora meada

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La mano que roba la democracia.

Si como avisaba Batman la noche se vuelve más oscura justo antes del amanecer, entonces Arcadi tiene razón y estamos mejorando. Pero aún falta la traca del ridículo final, que deseamos no sea más violenta que el usual tránsito de la niñez del ‘procés’ a la adolescencia de la norma adulta. Al espectador le resulta risible el tormento del acneico, pero la víctima pasa por él con toda la pomposa metafísica que aturde a Roquentin en ‘La náusea’. Del votante robinsón, cuando descubra que la independencia no va a ser posible, sólo esperamos que no queme más contenedores de los estrictamente necesarios.

Y sin embargo el cupero que ha perdido la virginidad política -del asamblearismo naíf al transfuguismo prostibulario en una semana- no ha de ser el responsable de tanto ridículo. Al fin y al cabo el que con niños se acuesta, meado se levanta. El responsable es el hombre con trazas de hombre (aunque ya sabemos que sólo con ellas) que en la agonía de su intervención postrera abandonó el cargo sólo después de haberse meado en él: «Hemos corregido a las urnas». Así habla no ya un político que ha desconectado del respeto a su pueblo, sino un niñato que, contrariado por la democracia, exige su corrección y que, amenazado por la ley, asegura su aforamiento.

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12 enero, 2016 · 11:05

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