
«Ese no está corriendo, socio».
He pasado la semana viendo documentales de Zidane. Una actividad muy indicada para entretener meses como estos, vacíos de poder pero llenos de ruido y furia que no significan nada. Consumí íntegro un documental en francés del que entresaqué la definición más exacta del Zidane futbolista, obra de un tal Hidetoshi Nakata: «Era un jugador como de música clásica». Dicho por un japonés, de quien más bien esperaríamos lo de Valdano sobre Romario («Es un jugador de dibujos animados»), la sentencia gana mucha vibración.
Pero ahora Zidane ya no interpreta el fútbol sino que debe dirigir la orquesta. Y lo primero que ha hecho es halagar los oídos finísimos de sus primas donas, que hoy presumiblemente correrán contra el Deportivo todo lo que no corrieron con Benítez en la esperanza de que el ex tenga la tele conectada, para que le joda más. No se descarta incluso que la BBC baje a defender en un córner, sevicia equivalente a subir al Facebook aquella foto en la que se te ve colgando del cuello de su mejor amiga.