
Las lágrimas del Pueblo.
Claro que la política está hecha de símbolos. Pero no sospechaba Bescansa hasta qué punto el uso político de su bebé simbolizaba el adanismo del partido de la madre. Los diputados de Podemos tomaron ayer posesión de sus escaños como los niños toman posesión de su juguete el Día de Reyes. Los adultos inventaron la democracia precisamente para protegerse de los nenes, que son las criaturas totalitarias por excelencia. Madurar consiste en ir alejándose del niño interior y anterior, en proscribir su tendencia al sectarismo en el patio, en aprender a no despreciar al distinto -¡incluso al votante del PP!-, en descubrir que el mundo preexiste a sus caprichos, como la democracia parlamentaria existía antes de la llegada de Podemos. Los más pesimistas dicen que veremos si existe después.
Ayer el patio del Congreso fue más patio que Congreso, con tanta joven señoría correteando de excitación: mira mamá, un escaño. Las sonrisas las pusieron Patxi López, que pronto sería presidente del parvulario, y Albert Rivera, satisfecho por la habilidad demostrada en el primer acto político de la legislatura, que es la conformación de la Mesa. Ahí ha probado el líder naranja su cintura negociadora y la propia utilidad de su partido, mucho más libre que cualquier otro por ideología y por talante para alcanzar acuerdos. Si el símbolo es la gracia de Podemos, el pacto es el fuerte de Ciudadanos. Los que criticaron la cortedad de su resultado deberán reconocer ahora que le ha bastado para madrugarle la iniciativa política a Iglesias, quien retrató su frustración en el programa de Herrera.
¿Pero qué es la constitución de la Mesa del Congreso al lado de una madre que amamanta al niño en el centro del Hemiciclo? La nueva política se ha traído de la tele su obsesión teatral -no trae otra cosa-, y durante toda la mañana se entregó a ella para pedir foco como el nene llora para pedir teta. ¿Que los fotógrafos se le distraían enfocando a Rajoy? Iglesias agarraba el bebé y lo mecía como un San José laico. ¿Que Rivera se levantaba a votar? Iglesias tomaba el sonajero -adelantándose a Errejón, que quizá lo miraba con deseo- y se ponía a agitarlo como el paleontólogo de Spielberg atraía al Rex con la bengala roja. Y Spielberg emocionado, claro.