La soledad de Vinicius en el edén

La soledad peor comprendida no es la del portero ante el penalti ni la del corredor de fondo, sino la del regateador. El extremo o el delantero de talento que atesora la destreza del drible y la fantasía del amago no solo debe regatear a los defensas más enconados sino al propio fútbol moderno, dominado por la pedagogía castrante de la pizarra. A medida que este juego se aleja de la infancia de su propia historia se vuelve más igualitario, más progresista, más aburrido. En el patio del colegio el bueno apenas necesita cinco segundos para destacar, pero su habilidad solo representa un insulto para los padres de los niños del equipo rival; dentro de la cancha los chavales aceptan con naturalidad que el bueno exista, que sea elegido capitán, que juegue siempre, que chupe y que lidere. El sentido de la jerarquía es natural en los niños, si bien no hace falta leer El señor de las moscas para reparar en sus oscuras contraindicaciones.

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23 mayo, 2023 · 8:00

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