
El fútbol sucede en un espacio, pero ese espacio cambia con el tiempo. Las edades del hombre vienen jalonadas por el cemento de un patio de colegio, la tierra de un potrero suburbial, el olor del primer campo de hierba o el césped sintético de las últimas pachangas. Se juega o se sigue el fútbol para desafiar el paso inexorable de los años. Unos pocos elegidos logran prolongar la infancia haciendo del juego profesión. Algunos equipos rejuvenecen de felicidad a sus aficiones cuando al fin ganan un título esquivo. Pero solo un club ha aprendido a conjugar el presente continuo de la victoria. Lo explicó con uno de sus aforismos redondos Jorge Valdano tras la enésima final de Champions League: «Creo más en la eternidad del Real Madrid que en la del fútbol».