
De Europa debemos hablar con cuidado si queremos equidistar entre dos necios: el papanatas y el paleto. El primero renuncia al espíritu crítico por miedo a que lo llamen facha, así que bendice cuanto venga de Bruselas como si de Pirineos abajo se extendiera el manto eterno del oscurantismo. Se cree Ortega, pero traiciona como Antonio Pérez. El segundo recela de ese norte infestado de burócratas, cosmopolitas de mucha urbe y poco campo, protestantes, hispanófobos y masones. Se cree Unamuno, pero razona como Millán-Astray. Y luego está el PSOE, que adopta un papel u otro en función de que Europa le permita gastar o no, comprar votos o no.