
La gran ventaja del golpismo es que los golpistas son siempre los demás. Por eso un progresista puede condenar enérgicamente el golpe de los bolsonaristas en Brasil y a la vez condescender paternalmente con los tiernos cachorros de ERC y Junts que apedreaban policías y ocupaban aeropuertos. Desórdenes públicos, ya se sabe; que es como decir que el asalto de Brasilia en realidad inauguraba el carnaval de Río.