
La obra maestra del argumentario sanchista establece que la culpa de gobernar como Sánchez, de mentir como Sánchez y de ser básicamente Sánchez la tiene cualquiera menos Sánchez. Esta sura coránica que salmodian los minaretes mediáticos de Moncloa delata una concepción religiosa -determinista- de la política, por la cual Sánchez carece de voluntad propia igual que carece de doctorado original. Estaríamos ante un menor de edad crónico, un salvaje premoderno, un cyborg programado por sus enemigos, que le obligan a hacer lo que prometió que nunca haría. Si lo echaron de la secretaría general del PSOE por pretender hacer lo que hoy está haciendo fue por culpa del rancio felipismo, que no sabe contar naciones; si se abrazó a los golpistas para echar a Rajoy fue por culpa de Rajoy, que fabricaba indepes; si continuó abrazado a ellos fue por culpa de Rivera, que caía mal a los militantes de Ferraz; y si ahora indulta sediciosos es por culpa de Franco, que lleva décadas abduciendo a los magistrados del Supremo.