
En 1793 la región campesina de la Vendée se hartó de las levas forzosas y de la presión fiscal impuesta desde París y se alzó contra el nuevo amo de Francia, que se revelaba más despótico que la monarquía: la Revolución. Los jacobinos desencadenaron el terror para sofocar la revuelta; qué vale la vida de los otros, se dijeron, cuando la nuestra encarna el galope de la historia. Más de cien mil contrarrevolucionarios fueron cancelados en nombre del progreso bajo técnicas especialmente brutales: ahogamientos masivos de niños, adolescentes violadas antes de ser descuartizadas, mujeres encerradas vivas en hornos para aprovechar su grasa corporal y el cuero flexible de su piel, curas martirizados con delectación. Aún hoy en los hijos de la Vendée palpita la memoria de aquel infierno.