Tot el camp ès un clam

Confieso que he sentido una corriente de simpatía hacía el Fútbol Club Barcelona. Súbita, inverosímil, pero indudable como un calambre. La experiencia es tan novedosa que marca un hito en mi correosa sensibilidad de vikingo y me obliga a estudiar sus causas con científica deportividad y un punto de inquietud.

Ha entregado uno mucha tinta a la política y al fútbol, y siempre pensó que la primera ofrecía un ecosistema más favorable a la supervivencia de la razón que el segundo; pero esto ya no es así, y debemos reconocerlo. La política vuelve a ser el pestífero lamedal que denunció Valle (después de dejar el escaño), mientras que en el fútbol persisten noblezas bizarras como los pactos de sangre de la familia Agnelli o la oceánica ingenuidad de los aficionados. La razón dice desde hace tiempo que solo la concertación de los dos grandes partidos puede sacar a España de la charca del antagonismo primario y la parálisis reformista, pero esa esperanza me la arrebató la moción de Sánchez. Vuelve uno la mirada al fútbol y descubre al Real Madrid y al Barça defendiendo de la mano la única escapatoria racional a la inexorable agonía de su industria, secuestrada por una casta extractiva de porteros de discoteca. Y hacerlo poniendo proa, bajo un milagroso velamen blanco y blaugrana, a una tormenta mediática y política de alcance continental.

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26 abril, 2021 · 10:23

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