
Proctólogo.
¿Cuánto dará de sí el esfínter de la Constitución? No lo sabemos, pero Pedro Sánchez es el practicante que nos ayudará a averiguarlo. El riesgo de que el esfínter nacional se parta en la mesa de operaciones de su investidura es alto, y más alto aún de que se quiebre en el esfuerzo cotidiano de la gobernabilidad, pero qué es el culo de España comparado con un día más en La Moncloa, damas y caballeros.
La elasticidad de nuestras costuras institucionales ha sido puesta a prueba a lo largo de cuatro décadas sin terminar nunca de romperse; el sanchismo no es nada más que la prueba definitiva, el último apretón, la embestida concluyente de la que saldremos transformados en legendarios robinsones o reducidos a papilla plurinacional. Los constitucionalistas orgánicos de Sánchez imaginan a los ciudadanos como los muñecos ovoides de la DGT que pilotan coches destinados a estrellarse contra un muro y acaban saliendo por el parabrisas. Su propósito no es otro que encauzar el conflicto, nos sosiega el doctor Ábalos. Pero nos preguntamos si es completamente necesario testar la integridad del habitáculo mediante una colisión frontal con el artículo 2, básicamente porque los derechos de todos los españoles viajan en ese coche.