
El auténtico Sánchez.
La diferencia entre Pedro Sánchez y los demás es que los demás mienten, pero solo en Sánchez todo es mentira. Todo salvo una cosa: su ambición. Por ella fue socioliberal contra Madina y bolivariano contra Susana, plurinacional en la moción y rojigualda en el mitin, péndulo que viaja con Ábalos hacia Cs y que retorna con Montero hacia Podemos, seductor en la propaganda e implacable en la purga del partido. Sánchez es el doctor que echó a Montón por plagio, el que expulsaría de su equipo al beneficiario de una sociedad, el que nunca gobernaría con independentistas. Sánchez es un significante vacío que Iván Redondo va rellenando de lo que toque, del mismo modo que anteriormente enroló a Albiol en la limpieza de Badalona o diseñó disfraces para Monago. Ahora al glacial maniquí lo han reprogramado con el chip marianista del «sentido común» y el absentismo mediático, y de momento anda. Primero porque aunque la estrella del PSOE estalló hace tiempo, su viejo fulgor aún llega hasta los ojos de los socialdemócratas desesperados por creer que su partido vive. Y segundo porque tiene la Moncloa, que parte, reparte y se queda la mejor parte. De eso va el poder: de enterrar cada viernes la general impresión de ser un fraude bajo un alud de dinero público, y confiar en que el efecto dure hasta la próxima crisis.
No creo que el personaje tenga media bofetada, pero lo intentaré por, espero, última vez: hay un personaje referente en las aglomeraciones, tipo maestro de baile o forcado que permite a los demás que sigan su suerte, se abstraigan o vayan a lo suyo con tranquilidad (QED), pero diseccionar quienes sean éstos últimos, a menos que se haga con gran precisión (eso solía ser el sinequanon del periodista ¿no?) , entraña el riesgo de que te traten de paranoico. A ver si nos evitan ese riesgo.